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San Miguel de Tucumán

Sábado 20 de Abril de 2024

21/06/2018

Sociedad

HISTORIA DE VIDA

A pesar de todo, sigue en pie y con una sonrisa

Un ejemplo, fue muy golpeada de chica por la mujer que le dio la vida, perdió una hija en 2016, tiene otra con un problema de retraso madurativo y se casó dos veces. La historia de superación de Magdalena Rosa Giacchino.
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Con su segundo matrimonio y su segunda familia.De izq a der. Giuliana, Melanie, José Antonio y Magdalena

Benjamín Fermoselle Habib
@BenjaFermoo

Redactor Hola Tucumán

En sus inicios, la redonda de ese cuero blanco con gajos negros iba de acá para allá en esa cancha formada por esas baldosas frías como la nieve y duras como una piedra, en el tinglado del Club Central Norte, ubicado en las intersecciones de calle Marcos Paz y Juan José Passo. Cambiaron muchas cosas con el paso de los años, la pelota no es la misma, ahora un poco más acolchonada, con esos colores de la patria, ese blanco como la nieve y ese azul como el mar. El espacio donde se practica el deporte ya no es el mismo, desde hace un año se juega en el Justo José Urquiza,el cual se encuentra en avenida Republica del Libano 1820, la cancha ya no es de baldosas, ahora es de una carpeta, pintada de azul y verde para delinear el área. Lo único que no cambió en el deporte es su presidente, Facundo Nanterne Giacchino, hijo de Alberto y Magdalena.

 A la madre de Facundo siempre la veras en contaste movimiento en el Justo José Urquiza, tomando mates, o riendo, atendiendo la cantina con buen humor, con su celular o charlando con alguien, tiene miles de amigos, a pesar de todo lo malo que le paso en la vida, tiene esa sonrisa dibujada en su rostro.

-“Rosa ella se va a morír”

Alberto agarrándose la cara para tapar su tristeza repetía constantemente que su hija no tenía obra social y tampoco servicio de sepelio.

 Pamela Nanterne Giacchino falleció el diez de febrero de dos mil dieciséis a causa de Leucemia que es una enfermedad de los órganos productores de la sangre que se caracteriza por la proliferación excesiva de leucocitos o glóbulos blancos en la sangre y en la médula ósea.

 Todo comenzó con una anemia rara en lo que luego desencadenaría en la leucemia, Pamela al recurrir a los médicos le dijeron que debía hacer un año sabático, no podía estudiar, ni hacer deporte, nada de nada. Pame nunca aceptó. Por desgracia la familia se enteró al final de la enfermedad.

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Magdalena Rosa Giacchino vivió una niñez complicada pero divertida a la vez, no tuvo una adolescencia como la de cualquier otro chico o chica, nació siendo rica y con el paso de los años cada vez se hundía en la pobreza.

Cuando tenía diez años, Magui y sus hermanos eran pobres, no tenían para comer, la única posibilidad era ir a robar a dueños de grandes fincas y cosechadores, que tenían choclo, papa, guinda, zanahoria y tomate en sus huertas. Sin conciencia ellos lo veían como un juego, no le temían a nada. Con una gran sonrisa de oreja a oreja y carcajadas de por sí, Magui comentaba que su diversión era salir corriendo antes que los dueños de las fincas los atrapen.

 Una vez agitados y fuera de peligro se sentaban en el cordón fuera de su casa a charlar, con esos amigos ausentes que los esperaban para escuchar todo lo que les había pasado. Para ellos era una aventura, para los dueños de los campos unas plagas interminables.

 Esa aventura también tuvo sus peligros, Magui sentada al lado mío, tomando un par de mates y sonriendo se acordaba de esa vez en la que casi queda atrapada en un alambre de púas de la finca de un hombre de mucha plata, sus amigos, al ser todos hombres ya tenían la picardía y la habilidad para pasar entre medio de esos alambres, ella también la tenía, pero esta vez su largo y abultado cabello le jugó una mala pasada, al tratar de pasar su extenso pelo se había enganchado en las púas y en un mal movimiento, se cortó la pierna.A pesar de ese susto, las aventuras continuaban, esta vez  con el Ring Raje, el famoso juego que hasta los chicos de estos años se divierten.

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“Magui”, como la conocen todos tiene 50 años, se casó dos veces, tuvo cuatro hijos con su primer esposo, Alberto Antonio Nanterne y dos más con José Antonio Díaz, perdió una hija hace un año y también tiene una hija con problemas madurativos. Si bien es una historia triste y dolorosa, Magdalena con el paso de los años se hizo fuerte gracias a la contención de la familia y amigos.

 Muchos de los encuentros con Magui fueron en su segunda casa, el complejo Justo José Urquiza. Si alguna vez visitas este lugar la encontraras a ella con su fiel compañero, el mate. Para Magdalena, “La libano” es una terapia y también la define como su psicólogo. Este espacio físico la relaja y se nutre de la gente que la quiere, pero sostiene firme que lo mejor que le pasó son los amigos que hizo en el futsal.

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 Luego de separarse con Alberto, Magui se volvió a casar. Esta vez con José Antonio Díaz, con él tuvo dos hijas mujeres, Melanie Rocío  y Giuliana Díaz Giacchino.

 Al parecer la dolorosa y sufrida vida de la mujer más amable y simpática del futsal había terminado, pero nada de eso ocurrió.

Tiempo después de contraer matrimonio y tener a esas dos hijas bonitas los médicos les dieron la mala noticia a estos dos padres grandes. El psicólogo de Giuliana, les comento a Magui y a José que el problema que tenía su hija era culpa de ellos, ya que no tenía la contención que necesitaba en su casa, la noticia de este profesional le cayó muy mal en cuanto a lo anímico. Al no quedar tranquilos con este comunicado, José y Magui recurrieron al especialista de todas las enfermedades que afectan al sistema nervioso, el neurólogo.

 Estudios, tras estudios, éste médico desmintió todo y le dijo que Giuliana había nacido con un retraso madurativo y que con los tratamientos se podía salir adelante. Ese problema se tornó mayor, ya que con el correr de los años se le agudizó en la parte motriz fina.

 Magui con lágrimas en los ojos y angustiada me comentó la dura y difícil vida que lleva con su hija, Giuliana por ejemplo no puede poner a cargar su teléfono, le cuesta colocar la entrada al celular, a la hora de entretenerse y de pintar lo hace como si fuera una niña.

 Hoy Giuliana tiene 16 años es muy inteligente, tiene una gran capacidad de pensamiento pero le cuesta mucho poder decir las cosas. Su madre no quería llevarla al velorio de su hermana, pero se dio cuenta que la muerte es parte de la vida y finalmente la llevó. Volviendo a derramar un par de lágrimas,describía esa situación tan horrible que una madre puede vivir, en el entierro de Pamela, Giuliana le gritaba cosas a su hermana,  palabras inventada solamente por ellas dos, y que ni un traductor o investigador de la nasa podrían descifrar su significado, palabras como "Taburillac Pame, Nono Pame"

 A pesar de tener ese retraso madurativo Giuliana Díaz Giacchino, se da cuenta de muchas cosas, del sufrimiento, cuando las personas están mal. A demás de eso es una mujercita cariñosa.

 Hace aproximadamente 10 años asiste a la clínica Casa Grande, ubicada en la Avenida Mate de Luna 3041 en nuestra capital, ahí concurren niños con diferentes capacidades, asisten muy buenos especialistas como ser, psicólogos, neurólogos, fonoaudiólogos, traumatólogos y muchos más.

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Me pregunto si alguna vez tuviste esa adrenalina, de estar parado frente a la sala de terapia intensiva o caminar de aquí para allá de los nervios en un sanatorio o en algún nosocomio con algún familiar enfermo y ver a ese médico, o enfermero salir de esa sala con la cabeza gacha, sacándose los guantes, pararse frente tuyo y que te diga que lo siente mucho, esa es la peor sensación de todas, Magui lo vivió y no podía creer lo que había escuchado, como puede ser que esa chica inteligente, linda, estudiosa, buena persona, esa mujer llena de vida se haya extinguido de la nada. Magui mirando la foto de su hija que estaba descansando sobre el televisor, recordaba esos minutos trágicos, cuando vio al enfermero aproximarse a ella y comentarle lo peor, su hija Pamela había perdido la vida hace unos segundos, ahí se dio cuenta que no era un sueño lo que estaba viviendo, en realidad era una pesadilla.

Recordaba también esas peleas tontas que tenían, más que nada por celos de sus novios. Rosa, esta vez con la cara llena de lágrimas y con un pañuelito descartable en la mano hacía memoria de uno de los momentos más tristes vividos por ella, ocurrió en el sanatorio en los últimos días de vida de su hija, Pamela acostada sin poder moverse, solamente con fuerzas para decir esas palabras que a una madre le llenan el corazón de amor, le repitió una y mil veces que la amaba y que nunca había adorado tanto a una persona como a su madre

 Al recordar unas de las últimas palabras de su hija, Magui cambió su pequeño pañuelito por un rollo de cocina, tanta tristeza es incontrolable y más cuando Pamela la idolatraba diciendo que ella era la madre que siempre quiso tener.

Luego de la noticia de la muerte de su hija, para Magui fue un shock, todo se detuvo y se olvidó cosas, como quien llevo el cajón de Pamela, quién la vistió en la morgue y quiénes estaban en el funeral.

 En su casa, Pamela se descompuso, inmediatamente Magui llamó a la ambulancia, mientras la esperaba recogía todo rápido, todo lo que encontraba a mano, ropa, sábanas, zapatos, era obvio a Pamela la iban a internar.

Magui recuerda este momento y las palabras de su hija como la palma de su mano, antes de que llegara la ambulancia Pamela estaba acostada en la cama de su mamá, tomó la mano de Magdalena y con un profundo temor repetía una y otra vez que no la dejara sola.

Magdalena angustiada de volver a tener esos recuerdos en la cabeza afirmó que su hija tenía miedo de morirse.

 Con lo que se queda un familiar cuando pierde a un ser querido son con sus últimas palabras, aunque Magui alguna vez quisiera olvidarse de lo que le dijo su hija antes de morir no podrá hacerlo, esta vez tomó una pausa, un silencio monstruoso, el único ruido de fondo era el psss del aromatizador que se encontraba arriba de la biblioteca, ese olor a rosas perfumaba la pequeña casa. Entre lágrimas, Magui conmemoró las últimas palabras que le dijo su hija, recordaba todo, Pamela casi sin poder expresarse debido a esa máscara verde, en algunos casos blanca, que te ayudan a respirar le suplicó a Magui que ya no derramara más lagrimas por ella. 

 Para Magdalena Rosa Giacchino el futsal es un lugar lleno de sensaciones, se rió, se emocionó y también lloró. Sentados los dos, en esos sillones largos con esos cómodos asientos de cuerina roja, ella de frente a la cancha cebando la última gota de agua caliente sobre ese mate lavado, muy pensativa con lágrimas en los ojos y con esa voz entrecortada como de nostalgia definió a este lugar como una contención, hacía una semana Magui había perdido a su hija Pamela y necesitaba distraerse y trabajar, poco podía concentrarme en su relato, ya que el ensordecedor pip de los árbitros impartiendo justicia que sonaba a cada rato, me desconcentraba de ese doloroso relato. Conocidos, amigos y también desconocidos le dieron ese abrazo fuerte que le das a una persona cuando pierde a un ser querido. En su cabeza siempre se la imagina a su hija jugando ahí, en ese campo de juego.

...

Magdalena quedó huérfana de padre cuando tenía tres años. Eduardo Giacchino, su padre,  inmigrante de Italia tenía campos, de trigos y girasol en Buenos Aires; su madre, Ramona Lazcano era analfabeta.  Magui, mientras disminuía  la llama de la hornalla para que sus remolachas no se quemaran, recordaba que su abuela necesitaba alguien para que  la cuide, necesitaba  una dama de compañía. En tono de risa Magui dice que el destino le dio su madre a Eduardo, cuando su padre fue a un orfanato que le recomendaron le dieron a Ramona. Con el correr de los días, meses y años, ese gringo adicto al sabor del whisky, al olor a cigarrillo y al perfume de mujer, se enamoró de la dama de compañía y ella quedó embarazada. 

 Su madre sin saber leer, sin previos estudios tuvo que criar a sus hijos solos. En una casa antigua, Magdalena la definía como el casco de una estancia. Su casa era simple pero grande, tenía un comedor muy largo y una gran cocina. Su comedor era de gran tamaño, tanto que tenían mesones como esos que se ven en las películas de militares donde todos los reclutas almuerzan y cenan. Lo poco que recuerda Magui es que había tres habitaciones y un baño afuera de su casa.

 Ramona Rosa Lezcano era muy linda,fue lo que recordó Magui, además de eso, esta vez un poco seria y con desilusión, recordó  que su madre era una mujer muy violenta y su relación con ella era muy complicada. Su cara de decepción y tristeza lo decía todo, era una niña golpeada por su madre, solamente por llegar tarde. Esa niña violentada de chica, aún posee esas marcas de dolor y sufrimiento, corriéndose su pelo, Magui me muestra esa cicatriz a la par de su ceja, un tarro nido voló y dejó una marca para siempre en su rostro. Para terminar el triste relato, Magui con 50 años no recuerda tener algún momento feliz vivido con su madre.

Magdalena vivía en el pueblo Comandante Nicanor Otamendi, dicho lugar es una localidad de la provincia de Buenos Aires y está situado en el partido de Alvarado a 38km de Miramar. Ella tuvo muy lindos recuerdos de su poblado, entre risas lo poco que se acordaba del pueblo es que era muy colorido y tranquilo, tenía un gran hospital, la mayoría de las personas eran inmigrantes que se apoderaron de campos y se fueron quedando, también había un ferrocarril. Mientras trataba de acordarse de su pueblito, retrocedió también a su infancia, jugaban a la payana y robaban frutas por diversión. Recordó también ese colectivo que salía cada una hora a Miramar y a Mar Del Plata.

A los 14 años de edad, Magdalena conoce al hombre de 21 años quien sería su primer esposo, el tucumano Alberto Antonio Nanterne. Alberto estaba trabajando en Miramar, para poder conquistar a Magdalena se hizo amigo de los hermanos.

Alberto trabajaba los veranos en temporada alta en Miramar, vendiendo helados, choclos y demás cosas que podes encontrar en las playas argentinas. Al hacer un buen trabajo se las rebuscaba y se quedó hasta el invierno de ese 1980 donde conocería a su mujer, a Magdalena.

Tuvieron cuatro hijos, MatíasFacundoPamela y Federico  Nanterne Giacchino.

Tras nueve años de noviazgo entre Magui y Alberto, queda embarazada con tan solo 15 años de edad, puede sonar como algo raro, o también como una violación pero la realidad es que ese embarazo le “mejoró” un poco la vida.

 Alberto al ser tucumano debía volver a su provincia, era tanto el amor por Magdalena que le dio pena dejarla y quería ayudarla. Ramona no quería saber nada con el novio de su hija, en pocas palabras, lo odiaba. Antes de volver a Tucumán, Alberto hace un pacto con Magui y ella se escapa de su casa, su madre denuncia a Alberto por secuestro de personas.

 Magui y Alberto estuvieron escondidos por todos lados, se sentían los peores asesinos, los mejores ladrones, toda gendarmería los buscaba, ambos logran venir a San Miguel de Tucumán gracias a la familia de él, ya que desde el jardín de la republica le mandaron los pasajes para los dos, a pesar de esto gendarmería de Tucumán también los buscaba, pero nunca los encontraron.

Tomé valor y le pregunte a Magui si lo que había hecho Alberto con ella le pareció una violación, entre risas y frunciendo el ceño me hizo ver su historia desde otro punto de vista, para ella no era una violación, porque estaban enamorados y era un acuerdo en común de los dos, ya que si su madre la encontrara y la introdujera en un juez de menores, con todas las pruebas previas de paternidad, Alberto podría sacarla comprobando su responsabilidad por ella.

No recuerdo si era un miércoles o jueves, lo único que me acuerdo es que ese día ni las iguanas caminaban por la calle del calor que hacía en Tucumán, tenía cita con Magui en su casa, no conocía su vivienda, mientras viajaba a destino me imaginaba como sería, que habría en esa casa, si habría silencio o ruido.

 Al llegar, ella estaba en la puerta vestida sencillamente, una musculosa roja, un jogging color gris y unas ojotas blancas. Como siempre, me recibió con esa sonrisa de oreja a oreja.

Al entrar a su casa estaba prendida esa caja negra llena de emociones, la tele y dentro de ella se escuchaba el ruido de la graciosa voz del Sargento García, del programa del Zorro que tuvo su momento de éxito en el año 1957. En su mesa larga con un mantel rosa con dibujos y detalles de flores, estaban ellos, sus amigos, sus compañeros, estaban el termo y el mate, alrededor de ese rectángulo de madera había cinco sillas y detrás un ventanal enorme con cortinas abiertas de par en par de color rojo. De frente a la puerta de entrada estaba ella, la bicicleta fija, bien solitaria, negrita ella como la noche de cada día con ganas de que alguien se suba y empiece a pedalear.  Magui se sentó de espalda a esa pequeña biblioteca llena de libros que fueron leídos una y otra vez por Matías y Pamela, también se alojaba una vincha, un pequeño equipo de música y muchas chucherías en esa biblioteca alta y angosta.

Con una previa charla, preparando el grabador, la libreta y la lapicera, le pregunto a Magui que recuerdos tenía de su hija, como era Pamela Nanterne Giacchino.

Con un pequeño nudo en la garganta a punto de derramar sus primeras lágrimas comienza a contarme los primeros pasos por la escuela, la facultad, como era de niña. Pamela siempre fue muy inteligente, amiguera, independiente y por sobre todas las cosas se destacaba siempre, en la escuela era abanderada pero no tenía muchos amigos.

 En la universidad era demás estudiosa, cada vez que iba corría a la biblioteca, pasaba horas y horas, su único compañero era el silencio y los libros, ella estudiaba en la facultad de filosofía y letras, en un silencio no muy profundo, Magui con sus ojos llorosos exclama que a su hija le faltaba una materia para recibirse de licenciada en filosofía y letras. Pamela no solo sabía el castellano, estudió el inglés, el francés, el portugués y el quichua. Magui, orgullosa de su hija, no tan solo por lo estudiosa que era sino también por su buen corazón admiraba lo que hacía. Sorprendida y sonriente, Magui contaba que su hija regaló su bicicleta a una amiga de la facultad que era de Jujuy porque ella no tenía como viajar.

 Para Magui, Pamela era como la madre que nunca tuvo, hablaban de todo y vivían momentos únicos. Magdalena, firmemente sostenía que su hija era lo que ella siempre quiso hacer y ser, los sueños de Magui estaban depositados en su hija Pamela, tales como salir a bailar, poder estudiar, poder viajar por el mundo, conocer gente, practicar deportes y muchas cosas más.  Mientras me convidaba un vaso de agua, Magui me contó que  una parte de ella  se fue con Pamela.

 Magui angustiada, y con arrepentimiento se dio cuenta que no tuvo adolescencia, a los 15 años tuvo su primer hijo, mientras las otras chicas salían a bailar yo estaba aprendiendo a cambiar los pañales, mientras las otras chicas estudiaban yo ya tenía tres hijos, nunca razonó. Lamentándose un poco, comparó su vida con la de esa mujer que odiaba desde chica, su madre. Ella se fue sola a su pueblo,Magui se vino sola a Tucumán; su madre la crió sola a ella y sus hermanos, Magdalena también, Ramona enviudó y Magui se separó, en su segundo matrimonio su madre tuvo dos hijos y ella también.

La música de fondo de la pelota ingresando en la red, las zapatillas de los jugadores impactando en la cancha, el ensordecedor sonido del silbato adornaban el espacio donde Magui se siente cómoda, interrumpe un niño nuestra conversación, le pide una gaseosa a Magdalena, ella sonriendo, se para se acerca a la heladera, y le da el refrigerio al pequeño, con esa gran sonrisa que contagia a todos. Magui se siente en terapia y siempre sonriendo sabe que la vida sigue a pesar de las adversidades.





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